Tanto la crónica como el diario o la bitácora son tipos discursivos que solicitan un paratexto en común: la fecha. Este elemento, que finge con mejor imprecisión la ubicación temporal de los sucesos narrados, es al mismo tiempo una señal de irrealidad. Como el insecto que se camufla para darse a conocer, la fecha es verosimilitud. Y no hay nada más inverosímil que la similitud.

Crónicas Marcianas se divide en capítulos y fechas, arrojadas con una vaguedad aparente pero que no se despegan de lo que en su siglo fue sinónimo de bisagra y de futuro, el año 2000. Aporta al texto lo que las conjugaciones verbales no le pueden dar: un entorno de misticismo en el que se pueda jugar con la ironía, un territorio temporal (que es atemporal) para desertar de la anticipación científica y la sensatez utópica.
Hoy tenemos 2012 en nuestras narices.
Tan cierto lo suyo, señor autor! Quisiera agregar, humildemente, que esto, por ejemplo, el "humildemente" hace el mkismo juego que sus fechas, una verosimilitud , máscara de la ficción. Entonces, sigoi: el 2000 de entonces, ¿no se concretó en el caos sudamericano? ¿no asistimos con las bocas abiertas A MIRAR EL 31 DE DICIEMBRE EL FESTEJO EN EL PLANETA?¿NO NOS ATRAPARON, AL FIN, LOS MARCIANOS NEOLIBERALES DE ENTONCES?
ResponderEliminarCordialmente, la señora de los pasillos, octubre 17 del 2045.